Celeste Y Daniella, Dos Generaciones Miñotas En Viana Do Castelo

En pocas palabras

🧑 NombreCeleste + Daniella (madre e hija)
📍 LugarViana do Castelo, Minho, Portugal
🏠 Tipo de viviendaCasa pareada
📅 Vive aquí desdeHace más de 40 años
🌍 Su origen
– Celeste: Viana do Castelo
– Daniella: nacida en Río de Janeiro, criada en Viana
🔍 Dato curiosoA sus 80 años, Celeste sigue acogiendo viajeros con entusiasmo y aprendiendo de cada encuentro

Resumen de la conversación

Llegamos a las nueve de la noche, apurados por el retraso acumulado del día, a casa de Celeste. El barrio residencial nos recibe en silencio, con calles en pendiente, fachadas blancas y la luz tenue de las farolas que acompaña nuestra llegada en esta noche de abril. Encontramos el número correcto y cruzamos un pequeño patio que da acceso al garaje de frente y, a la izquierda, unas escaleras nos llevan hasta la puerta principal. Allí está Celeste, con una amplia sonrisa. No es fácil entendernos, no habla castellano ni inglés, nosotros no hablamos portugués, pero no hace falta: su gesto de bienvenida nos invita a pasar. Nos pide dejar mochilas y zapatos en la entrada, y nos lleva al salón. Allí, con calma, nos muestra unos dossiers perfectamente preparados en inglés donde se explican todos los detalles de la estancia y la casa. Entre gestos y alguna anécdota breve, quedamos en seguir la charla al día siguiente, después del desayuno.

Una casa hecha a pulso

Celeste llega hace cuarenta años, casada y con sus hijos pequeños, a la casa en la que nos encontramos. Después de casarse vive quince años en Brasil y, tras su vuelta, esta es la casa que la acoge. La casa y sus vidas poco se parecen a las de hoy. A pesar de que no hay grandes reformas estructurales, sí hay un esfuerzo constante por mejorarla cada vez que económicamente pueden: ventanas nuevas para ganar silencio, paredes pintadas una y otra vez, una cocina completamente renovada. Los muebles van cambiando con el tiempo: aquel sofá verde —“muy feo”, recuerdan riendo— termina como cama para perros y muchos otros se revenden. Para ellas, reutilizar y reciclar son cosas importantes. El resultado actual es fruto de paciencia, trabajo y ganas.

De la costura a la hospitalidad

Durante décadas, Celeste es modista. Hace vestidos de novia, encargos a medida y bordados que todavía adornan la casa. Pero poco a poco, con la aparición de las marcas de ropa rápida y tras el divorcio y la marcha de sus dos hijos, no quiere sentirse sola. Y el giro llega por casualidad: un joven alemán se aloja unos meses en una de sus habitaciones y la experiencia le gusta. Con la ayuda de Daniella, abre la casa y se da de alta en la red de alojamientos locales. Desde entonces, Celeste recibe huéspedes con naturalidad. Conversa, aprende y, sobre todo, no se siente sola. Dice que este contacto le da salud y alegría. Y verla a los 80 con esa energía lo confirma.

El día a día

Celeste se levanta temprano, a las seis, para tener tiempo para ella antes de que empiece la actividad en casa. Después de cuidarse, se toma un café y sale a comprar pan. Prepara el desayuno de los huéspedes, arregla las habitaciones y luego aprovecha los ratos libres para leer o escuchar música clásica. Si hay sol, su lugar favorito es el jardín; en invierno, en cambio, el calor cercano a la chimenea es su sitio. Daniella nos comparte ese gusto reciente por las primeras horas: su rutina empieza con los animales, café, calma y meditación. Ambas entienden la casa como refugio, pero también como espacio para compartir.

Tradición, folklore y orgullo miñoto

Viana se vive con orgullo. Ser miñota para ellas no es solo un lugar geográfico en el mapa, sino también actitud, personalidad y, sobre todo, identidad. Las mujeres aquí son portadoras de esa identidad: trajes bordados a mano con hilos de colores, piezas únicas que cada joven crea para destacar en las fiestas. A ello se suman las joyas y filigranas de oro, que pasan de generación en generación y son símbolos de un lugar.

En agosto, las Fiestas da Agonia transforman la ciudad: procesiones, romerías, música y baile. “Yo no pedí ser de Viana, tuve suerte”, nos recuerdan Celeste y Daniella, y según nos cuentan basta visitar la ciudad en esos días para entenderlo. Navidad y Pascua completan el calendario con celebraciones familiares y comidas abundantes. Nos dejan clara la importancia de la comida en su casa.

Mesa compartida

En la cocina de Celeste, Minho y Brasil se encuentran: feijoada, pudín de leche condensada y bacalao. Daniella recuerda haber crecido entre sabores cruzados, y aún hoy esa mezcla es parte de la identidad familiar. Se ríe contando que de pequeña no sabía qué platos eran de cada lugar y que algunos, hasta que no se casó, no supo que eran un híbrido entre tradiciones.

Identidad y carácter

Daniella lo resume bien: “somos norteños, naturales y acogedores”. Esa forma de ser se nota en la calle, en el mercado, en la mesa. Alguien de fuera puede sentirlo brusco, pero en realidad es cercanía y cariño. Su marido Thiago, tras la sorpresa inicial y con los años, lo resume como “un encanto miñoto”. Compartir lo que se tiene, invitar a probar un dulce, abrir la casa a un desconocido: gestos simples que definen el carácter miñoto. Celeste y Daniella lo viven con orgullo y lo transmiten a quien cruza el umbral de su puerta.

Qué ver cerca

Para ellas, los imprescindibles de Viana son claros: la catedral de Santa Luzia, arriba en la montaña con sus vistas increíbles al entorno, la costa y la desembocadura del Miño; el centro histórico, con el Museo do Traje; y el navío-hospital Gil Eannes, un barco portugués único que es memoria viva de las duras vidas de los pescadores de bacalao de la generación de la madre de Celeste. Se iban a pescar durante largos periodos a aguas del norte, mientras las mujeres quedaban a la espera.

En la ciudad, aseguran que nadie se puede ir sin probar una bola de Berlín de Manuel Natário recién hecha.

Qué significa casa

Para Celeste, casa es mucho más que paredes: es seguridad, calor y el lugar donde siempre encuentra su centro. “Es mi confort, mi base de vida”, nos dice con firmeza. Para Daniella, en cambio, casa tiene también un matiz de movimiento: es el jardín con sus animales, las mañanas tranquilas con café y el sentirse parte de algo que la sostiene. Para ambas, casa no es solo refugio, también es un espacio que se abre: acoger a otros, compartir un plato o una conversación, hacer que quien llega sienta que pertenece, aunque sea por un rato. Como Celeste dice: “Sentir que pasas a ser parte del camino por el mundo de esa persona”. Algo que sin duda consiguen.

Una frase que queda

Entre tantas historias, Celeste y Daniella nos dejan también una idea que condensa su manera de vivir: “Los pecados tienen veinte años, los remordimientos ochenta”. Lo que se hace, bien o mal, pasa. Lo que no se hace, queda pendiente toda una vida. Y quizás ahí se explica su energía: a los 80, Celeste prefiere seguir haciendo, recibiendo y compartiendo..

Gracias, Celeste y Daniella, por compartir vuestra casa y vuestra forma de habitarla.

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