casas sobre permafrost: cuando el suelo se derrite bajo tus pies

En muchas regiones del Ártico, el suelo está congelado de forma permanente, se trata del permafrost y ha sido la base firme sobre la que se ha vivido durante generaciones. Durante siglos, esa capa helada ha sostenido viviendas y pueblos enteros. Pero ahora, consecuencia del calentamiento global, empieza a derretirse.

Aprendí sobre él cuando trabajé como arquitecta diseñando casas en Edmonton, en la provincia de Alberta, Canadá. Una de las ciudades más habitadas y más al norte del mundo, con más de un millón de habitantes, donde el invierno duraba nada más y nada menos que seis meses y varios de ellos alrededor de los -15 °C. Ahí no me tocó otra que aprender que no puedes cimentar (aguantar) una casa como en climas más cálidos. Algo que sin duda no me enseñaron en la universidad de arquitectura de Barcelona.

El terreno a simple vista no parecía tener ninguna particularidad, pero tantos meses de frío tan intenso hacía que gran parte del año el suelo estuviera completamente congelado hasta una cierta profundidad más o menos constante. Por ello, al calcular la cimentación de una vivienda se tenía que partir desde la capa estable de terreno, aquella que nunca se congela durante el año. Si el ciclo de hielo y deshielo afecta a la capa sobre la que construyes, la estructura de una casa puede moverse, agrietarse y hasta derrumbarse sin mucho previo aviso.

La definición científica del permafrost según el National Snow and Ice Data Center (NSIDC) es una capa de tierra, roca y materia orgánica que permanece bajo 0 grados centígrados o menos durante al menos dos años consecutivos. En regiones del extremo norte del planeta, como el norte de Canadá (las provincias de Yukón, Territorios del Noroeste o Nunavut), Alaska, Groenlandia o Siberia, ha estado congelado durante siglos. En otras zonas un poco más al sur, como en Edmonton, este permafrost es discontinuo, y en otras zonas se considera hasta esporádico, como en el norte de Quebec.

Por eso, en muchas zonas del norte extremo, todo se ha construido tradicionalmente directamente sobre el hielo.

Mucho se habla del cambio climático y del calentamiento global que el planeta está sufriendo, y de qué pasará cuando suba el nivel del mar o la temperatura, pero el permafrost ya ha cambiado sus patrones estables y está dejando de ser una base confiable. De hecho, un estudio liderado por Louise M. Farquharson, Vladimir E. Romanovsky y otros investigadores, publicado en 2019 en Geophysical Research Letters, reveló que el permafrost en el Alto Ártico canadiense se está descongelando hasta 70 años antes de lo previsto, con tasas de deshielo entre un 150% y un 240% superiores al promedio histórico. Los cientificos atribuyen esta aceleración del deshielo a veranos inusualmente cálidos.

Las consecuencias de la descongelación van mucho más allá de una anécdota: en las zonas del norte extremo significa casas inclinadas, calles onduladas, tuberías rotas y una vida cotidiana que se vuelve impredecibleLo que antes era una base confiable y estable se convierte en un desafío constante para las comunidades que viven sobre él.

En estas zonas, ya hay casas que han tenido que ser abandonadas y otras que han caído. El terreno se hunde, cambia de forma, pierde su capacidad de carga y hace las viviendas inseguras.

Desde Camu·Camu me interesa observar no sólo los espacios que habitamos, sino también cómo cambia la tierra sobre la que construimos. Porque, en este caso lo que sostenía casas durante siglos empieza a derretirse sin que nos demos cuenta, y puede cambiar por completo la manera en que se vive un territorio.

¿Conocías el permafrost y sus consecuencias sobre la arquitectura?

Nota: La imagen de portada ha sido generada con herramientas de inteligencia artificial con fines ilustrativos.

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