Neumático sobre un montón de piedras junto a la carretera desértica entre El Aaiún y Dakhla, en el Sáhara Occidental

Carretera entre El Aaiún y Dakhla: Donde la nada habla

La conducción entre El Aaiún y Dakhla era la parte del trayecto que me daba más respeto con diferencia, ¿me iba a pasar factura alguno de los emails enviados para el proyecto? ¿La carretera estará bien? ¿Calcularemos bien la gasolina? ¿Será inseguro en algún momento? ¿Y si tenemos tormenta de arena? ¿Conseguiremos llegar a Dakhla o nos pararán tantas veces que nos quedaremos sin tiempo? A veces la mente, cuando se pone a pensar en los “¿y si…?”, no tiene freno.

Cruce de carreteras en el sur de Marruecos con señalización hacia El Aaiún, Es-Semara y el aeropuerto, bajo un cielo nublado y tonos desérticos

Así que a pesar de que este post no va ni de nada relacionado con mujeres ni de nada con la arquitectura, como la mayoría de cosas que acostumbro a contar en Camu Camu, me ha parecido que dar respuestas a estas preguntas, que seguramente no sea la única puede ayudar a alguien.

Una carretera infinita hacia el sur

Y es que es un territorio que cambia tan rápido que también queda rápidamente desfasado lo poco que hay escrito. Ahora mismo, a junio de 2025, la carretera está nueva y hasta de doble carril por sentido y con medianera hasta poco después El Aaiún. A partir de ahí, sigue siendo nueva y cuidada, ya con un solo carril: la conducción se vuelve monótona, algo aburrida, pero sencilla. La única complicación pasado el tramo de doble son los camiones y los espejismos que provoca la carretera.

Carretera recta que se pierde en el horizonte en medio del desierto, bajo un cielo nublado, en el tramo entre El Aaiún y Dakhla

Camiones, espejismos y viento

Es una carretera tan recta y larga, acompañada solo por arena y algún arbusto, que se pierde cualquier referencia de distancia a la que estamos acostumbrados cuando conducimos en zonas más densamente habitadas. Durante el trayecto, el tráfico es casi mayoritariamente de camiones de gran tonelaje que se dirigen o regresan de África Occidental con mercancías que recorren cientos de kilómetros para abastecer los mercados de Mauritania, Senegal o Mali. Por lo que es muy frecuente tener que adelantarlos, y ahí radica la complicación del entorno. Es difícil calcular cuán lejos está el camión que viene de frente: desde que lo ves en el horizonte hasta que lo tienes cerca pueden pasar bastantes minutos. Por suerte, muchos camioneros colaboran con los turismos marcando con el intermitente cuándo es seguro adelantar: lo ponen a la derecha cuando no es posible y a la izquierda cuando sí lo es. Nos pasó más de una vez decir: “pasada esa construcción o esa gasolinera podemos parar un momento”, y comprobar que, aunque ya parecía estar cerca, aún tardábamos más de cinco minutos en llegar circulando a 100 km/h.

Camellos transportados en un camión por una carretera del Sáhara, con un hombre subido al lateral supervisando

La otra cosa que confunde son los espejismos. Hay un efecto óptico muy curioso cuando conduces. Continuamente el horizonte parece que está mojado, que haya un charco enorme que además se difumina con el horizonte. En algunos tramos el viento es tan fuerte que la carretera se cubre por una capa de arena flotante, una estampa tan curiosa como bonita, que te hace desear que no se estropee el coche para no tener que salir al exterior. El caso más exagerado lo vimos a la salida de El Aaiún, cuando por suerte aún hay doble carril. Las dunas se van comiendo la carretera y obliga a traer excavadoras a mover tierra. Durante el trayecto hay infinitas señales de peligro de camellos salvajes, y es cierto que se ven pero no a la proporción de señales que hay.

Recta infinita en medio del desierto con efecto de espejismo sobre el asfalto, bajo un cielo azul pálido

Entre controles policiales y gasolineras

Otra de las cosas en las que más insistían cuando preparaba el viaje era en prever bien la gasolina. Incluso llegué a leer que aconsejaban llevar algo de gasolina encima por si acaso. Eso, por suerte, ya ha pasado a la historia en este tramo de carretera. Ahora hay muchas gasolineras en la ruta, de hecho hasta parecen exageradas para la cantidad de coches y camiones que pasan. Y muchas más están listas para estrenar. Lo que jamás hubiera imaginado es cómo cambia el consumo del coche según si se va con el viento en contra o a favor: a la ida gastamos la mitad de gasolina que a la vuelta, yendo a la misma velocidad (100 km/h exactos por los radares, no tan habituales en esta zona, pero presentes).

Detalle de una gasolinera en el Sáhara occidental a la salida del Sahara

También había leído mucho sobre los controles policiales, supuestamente infinitos y desesperantes. No sé si tuvimos suerte, pero salvo uno que fue largo e incómodo, el resto (aunque muchos numerosos) fueron rápidos. Y esto mi experiencia claro, que podía contestar a las dos preguntas fijas: estoy por turismo y es la primera vez que vengo. No sé qué pasaría si a alguna de las dos la respuesta es diferente. Con esas respuestas en la mayoría te dejan continuar enseguida.

Entrada a la ciudad de Boujdour con esculturas de peces espada y faros a ambos lados de la carretera N1

El vacío entre dos ciudades

Lo que no leí y no es grave, pero sí parece más “importante” planificar son las comidas. Por curioso que parezca la única población que hay entre las dos ciudades, distanciadas 600 km, es Boujdour, así que mejor comer ahí aunque sea pronto o tarde o llevar comida encima. Y dicho así quizá no parece tanto, pero si imagino que es lo mismo que si Barcelona y San Sebastián (un trayecto que hago a menudo) estuvieran unidos por una recta y con solo entre ambas un pueblo en medio, me explota un poco la cabeza. Y es que no hay casi nada más en el trayecto: construcciones militares que parecen abandonadas, la famosa cinta transportadora de fosfatos, casetas de vigilancia de la costa cerca de Tah y El Aaiún, y varios poblados pesqueros.

Vista panorámica de la costa atlántica entre El Aaiún y Dakhla, con dunas, arena y mar bajo un cielo despejado

Estos poblados pesqueros dan que pensar, y es que parecen asentamientos temporales fijos, construidos con lo que se tiene a mano: maderas, plásticos, bidones y trozos de barco que hacen de techos y muros. Frente a ellos, una flota de pequeñas barcas azules descansan en la arena esperando a salir a pescar. Son asentamientos tan precarios y tan clave para la economía local, que sorprende cómo es posible.

Vista panorámica de un asentamiento pesquero precario con barcas verdes sobre la arena y casas construidas con materiales reutilizados, en la costa del Sáhara Occidental

Proverbios para el camino

Sin duda, es una ruta que no deja indiferente y en la que ninguno de mis “¿y si…?” se cumplió: llegamos al objetivo de esta etapa del viaje, Dakhla. No conocía estos proverbios saharauis antes del viaje, pero al encontrarlos sentí que hablaban de lo que había experimentado: «Si tienes miedo de algo, le das poder sobre ti» y «Para llegar a cada oasis, hay que atravesar un desierto». Quizá no haya mejor manera de resumir lo que para mí ha significado recorrer esta carretera.

Vista panorámica desde una colina sobre el paisaje desértico y la carretera que bordea el Atlántico en el Sáhara Occidental, con tonos ocres y azul intenso del mar

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